lunes, 20 de enero de 2014

En casa

Sentada sobre su cama, turbada por su pasado, con su cabeza entre sus manos no podía pensar. El aroma reinante la confrontaba con su niñez, porque todo seguía igual, aunque no lo mereciese. La sensación de suciedad, el olor que impregno su piel durante años, la aspereza en sus manos y su rostro hendido permanecían con ella, aun muy recientes en su mente para olvidarlos, pero algo había cambiado.
Su regreso no fue fácil , pero estaba aturdida por el recibimiento... hasta le había preparado una fiesta.
No es posible, no lo merezco, se decía, mientras imaginaba los mismos pensamientos en los que le rodeaban de nuevo.



En el espejo veía a otra, con la ropa limpia, incluso nueva, su cara ya no reflejaba la soledad de otro tiempo y su corazón se alejaba de la frialdad recibida en la calle, de lo que había llevado no quedaba nada, solo conservaba el pañuelo rosa, el que la había devuelto a casa. Y en su mente retumbaban continuamente las primeras palabras que le dijo cuando salio a recogerla a la estación: Desde que te fuiste he estado esperando este día , cada día, cada mañana... y ella , apretaba clavándose las uñas, el pañuelo rosa.

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